Con el disgusto de la cancelación
de la excursión muy presente aún, hoy nos levantamos con la ilusión de poder
hacer la excursión de las ballenas. Esperemos que la mar esté mejor. Hemos
decidido desayunar en el motel, un café y unas magdalenas que compramos ayer.
Por supuesto como en casi todos los hoteles en Australia, el café es cortesía
del motel.
Finalmente sí hemos podido hacer
la ansiada excursión. Eso sí a costa de perder la de la Isla de Fraser. Vaya
faena.
El inicio del viaje ha sido
movidito. El mar estaba algo revuelto y el barco se movía como una barraca de feria.
Ha sido complicado sacar fotos, porque ibas de lado a lado del barco. Eso los
que hemos podido estar de pie, porque unas cuantas personas se han tenido que
meter dentro mareadas.
Ha sido fascinante ver las
ballenas tan cerca. Aunque hoy ya nos han avisado que no sería el mejor día, ya
que los días de marejada están nerviosas y no se suelen ver muchas.
En cuanto a ver, hemos visto
bastantes, aunque no lo suficientemente cerca como para sacar fotos
espectaculares. Pese a todo ha sido una gran experiencia.
La mañana la hemos pasado en la
excursión, ya por la tarde hemos ido a pasear por el pueblo, pero no hemos
descubierto nada más de lo que ya vimos ayer. Largas avenidas, y casas
unifamiliares. Eso es todo. Así que hemos estado paseando tranquilamente por
las playas de esplanade sin prisa alguna.
Hoy nos hemos recogido pronto.
Mañana tenemos que madrugar para coger el avión, así que teniendo en cuenta que
tampoco el pueblo ofrece mucho más, mejor descansar un poco.